En La Cámara Lúcida:
La fotografía se escapa de clasificaciones.
El estilo de una foto es lo que hace que una foto sea lenguaje.
El objeto es un referente, cuando vemos una fotografía vemos lo que está adherido a ella, no la fotografía en sí.
La fotografía captura la esencia única de un objeto o un personaje, produce un momento verdadero en la realidad; en contraste, la pintura puede fingir la realidad o exagerarla.
La realidad es que los químicos fueron quienes inventaron la fotografía, no los pintores. La fotografía es la emancipación del referente, es la resurrección de lo que ya no existe, es revivir el pasado y lo real al mismo tiempo, resulta un agente de la muerte, es el testimonio de que aquello que existió.
La verdadera identidad de una fotografía reside en el blanco y negro, el color viene siendo una simple capa, algo postizo y artificial que no resulta natural.
La esencia de la fotografía es que puede ratificar lo que ella misma representa, no inventa nada.
Una fotografía resulta laboriosa cuando engaña, por esto, es un certificado de presencia; la fotografía es magia, no un arte, debe poseer una fuerza constativa que atañe al objeto.
El cine tiene sus bases en la fotografía, sin embargo, es una fotografía mutilada y manipulada lo cual no causa ningún espectro.
La fotografía es violenta ya que llena a la fuerza la vista, ya que nada puede ser rechazado o transformado; irrumpe en lo privado para hacerlo público, sin embargo, no revela lo íntimo.
El retrato es considerado como una apariencia común pero en realidad la imagen de un retrato se parece a cualquiera menos a quien representa, además hace aparecer cosas que nunca vemos en la vida diaria, como el linaje; muestra la vejez y, aunque es resplandeciente, demarca el rostro.
La fotografía es cuerda cuando el realismo es relativo y se sabe que es una representación, pero si se cree en un realismo absoluto y se piensa que es lo original, se convierte en locura. La fotografía es una ilusión, una visión mediativa, es una evidencia extrema que nos remonta a una certeza inmediata.
-Roland Barthes en La Cámra Lúcida-
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